He vivido una situación, que creo que no la voy a olvidar en mi vida.
Patrizia, mi madre italiana, es psicóloga y trabaja con niños con minusvalías, sobre todo ciegos.
El otro día nos invitaron a cenar a un iternado donde viven mucho niños que están haciendo cursos de repostería y entre éstos había algún que otro ciego.
Hasta aquí todo correcto, pero cual fue mi sorpresa, que cuando llegamos al comedor estabamos completamente a oscuras, no había ni una luz, ni siquiera una rendijita por donde entrara algo de claridad. Y así transcurrió toda la cena.
Lo que quiero intentar explicaros es la sensación tan extraña y de angustia que vives en esos momentos.
Te sirven la comida y no eres capaz de acertar con los cubiertos (menos mal que no nos pusieron sopa), te cuesta un montón identificar los sabores, aunque te comes todo y te sabe más rico, encontrar la servilleta, el vaso, yo creo que no bebí en toda la cena solo por no tener que palpar y buscarlo y organizar la de San Quintin. Te ayudas con el tacto y no sabes lo que vas a tocar, si te va a resultar agradable o desagradable.
De verdad que es una sensación rarísima, de la que no te puedes hacer una idea hasta que no lo sientes. Yo nunca me había parado a pensar como podía ser la vida de una persona que no ve y ahora me doy cuenta de que todas estas personas deberían tener mas ayuda y más facilidades.
Bueno a pesar de todas esas penurias que os he contado, la verdad no fue para tanto, la cena fue muy divertida, nos lo pasamos genial y la gente era super simpática.
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